1+1=3
Cuando un economista le presto interés a la psicología nació el campo de “Behavioral Economics”.
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Entras a una tienda a comprar unas zapatillas y lo primero que ves es un par en descuento. No conoces la marca, pero el vendedor te explica que el calzado tiene "suela de carbón para redistribución de energía, lengüeta triple reforzada para mejor protección y tecnología Comfort Cush". No suena nada mal pero justo después de su explicación volteas la cara y te fijas en una colorida zapatilla con un ganchito. Instantáneamente sientes algo: ese par de Nike levanta tu espíritu haciéndote sentir que todo es posible. Sin pensarlo mucho, compras las Nike y te vas caminando de la tienda con pasos agigantados y la cabeza erguida.
Terminaste pagando $45.00 dólares más por unas zapatillas que quizás, y debatiblemente, tengan un rendimiento marginal a las primeras que viste. Lo que marcó la diferencia fueron esas emociones que disparó Nike en ti. Te pone a pensar: ¿Dónde se encuentra el verdadero valor de un producto? ¿En qué es o en cómo te hace sentir? La ciencia pone su dinero en la segunda.
Hace algunos días estaba caminando por la ciudad y vi un letrero que decía "Por favor, no botes basura. Todos los años se botan toneladas de basura ensuciando a nuestra ciudad". 20 metros después vi como un taxista lanzo una botella de Coca-Cola a la calle.
Eso es publicidad efectiva.
Todos los años se gastan millones de dólares en campañas sociales; campañas que históricamente tienen un efecto nulo. D.A.R.E por ejemplo, un programa de prevención de drogas para adolescentes en Estados Unidos, no mostró poder reducir el consumo de drogas según un estudio de la Universidad de Cincinnati. Y este es solo uno de muchos programas.